Sunday, January 13, 2013

La reclutadora de un clan de trata

Hasly Marilyn, una joven que hoy cuenta con 17 años, es una víctima del clan de trata de seres humanos que opera en Riberalta. Es una víctima, pero también una victimaria.

Según relata ella, no era otra cosa que la reclutadora del clan Bazán Choré, una “hiena amaestrada”. Se acercaba sigilosamente a las niñas y sus familias, siempre con la cabeza gacha para no levantar sospechas. Se ganaba confianzas que después traicionaba. Y se llevaba a las niñas sin que nadie se diera cuenta.

“Yo era la persona que inducía con engaños a las chicas menores para llevárselas a Carlos Choré Bazán, para que las conviertan en trabajadoras sexuales. Las trasladaban a Santa Cruz, a Cobija y a lugares de donde no volvían”, narra en una declaración informativa a la que tuvo acceso Miradas. Hasly Marilyn, después de haber sido aprehendida por la Policía y luego de ser acusada de rapto y violación, hoy se encuentra desaparecida.

Jenny y Jason

En 2011, Jenny (nombre ficticio) de 14 años conoció a Jason, un chico simpático y alegre un poco mayor que ella. Se hicieron amigos y Jenny se enamoró. La iba a visitar todas las noches y un día le pidió que lo acompañara a San Juan de Nuevo Mundo, una comunidad lejana y de difícil acceso en medio del monte. Dijo que le habían ofrecido trabajo en un aserradero. Primero la niña no quiso, pero Jason le habló de una enfermedad del corazón que le aquejaba y de su necesidad de aceptar el trabajo. Y ella se fue con él.

La desaparición de Jenny llevó a sus padres al borde de la locura. Los primeros días Jason y Jenny se quedaron en Riberalta. Jenny se escondió en el cuarto de Jason y él hizo su vida normal por unos días más. La madre de Jenny lo fue a buscar, le preguntó por su hija, él dijo que no sabía nada y, para disimular, le dio ideas sobre dónde ir a buscarla. Recién unos días más tarde la pareja se fue a San Juan de Nuevo Mundo.

Jason comenzó a trabajar en el aserradero, pero no le pagaban bien. “Es que los hombres que trabajan ahí son mayores que yo y más fuertes; yo ando mal del corazón y no puedo trabajar como ellos”, le decía a Jenny.

Mientras tanto, los padres de la muchacha seguían el rastro de su hija. Averiguaron que, en efecto, estaba con Jason y alguien les dijo que él se había ido a un aserradero de San Juan de Nuevo Mundo.

Katty Chávez, promotora social de la Defensoría Municipal de la Niñez y la Adolescencia de Riberalta, fue la persona asignada para acompañar a la madre de Jenny hasta San Juan de Nuevo Mundo.

“Llegamos hasta un cierto lugar y después nos tocó seguir en tractor. De repente vimos a Jason que pasó en una moto con dirección al aserradero. Nos vio y le dio tiempo de esconder a Jenny. Cuando llegamos ya no estaban. Yo hablé con el encargado, le dije que eran menores de edad y que debían trasladarse a Riberalta de inmediato”, cuenta. Los trabajadores del aserradero cercaron el lugar y obligaron a Jason y a Jenny a salir de su escondite. “Jason era ayudante de motosierrista y a Jenny la tenía de cocinera”, cuenta Katty Chávez.

La impostura

Una vez en Riberalta, los padres decidieron que su hija pasara una temporada con su abuela, en Trinidad.

Unos meses después la niña regresó a casa. Sus padres la llevaron a tomar helados al caer la noche y Jenny le pidió a su padre la moto para dar unas vueltas por la plaza. La familia siguió conversando en la heladería, cuando de repente el padre recibió un mensaje en su celular. “Papá, perdóname por favor. Tu moto está estacionada en la esquina”, decía el mensaje. Los padres sabían que Jason había engañado a su hija, se lo habían dicho a Jenny, pero ella se negó a creerles.

Una vez más, quien recibió la orden de ayudar a los padres de Jenny en la búsqueda de su hija fue Katty Chávez, de la Defensoría. También se dio parte a agentes de la FELCC de lo que estaba ocurriendo. Katty y los padres de Jenny se montaron en sus motos y fueron a buscar a la pareja de adolescentes por todos los rincones del pueblo.

Los encontraron cerca de la medianoche. Acababan de salir del karaoke Luciérnaga, habían bebido y estaban en un mototaxi. Los vieron desde lejos y el padre de Jenny aceleró a fondo. Les cerraron el paso y los padres de Jenny se abalanzaron sobre Jason. La madre le arrancó la ropa para que su hija pudiera convencerse de una vez por todas del engaño; le quitó los pantalones y el calzoncillo dentro del cual, atado a una especie de trenza, llevaba escondido un pene de goma. Jason en realidad era Hasly Marilyn y ese día Jenny se enteró de que su novio era una mujer.

El mototaxista acusado

No fue fácil bajar a las dos niñas de la moto en la que iban, y el dueño y conductor del vehículo hizo lo posible por impedirlo.

“Con el griterío, una multitud de mototaxistas paró a ver qué pasaba”, cuenta Katty Chávez. Riberalta es un pueblo donde casi no hay carros, la gente se moviliza en motocicletas. “¡Vos, desgraciado, sos un corrompedor de menores!”, le gritó alguien al conductor de la moto y luego le asestó una patada; luego le brincó otro y lo golpeó; entonces, para defenderse, el motoquero tomó una piedra, la levantó en alto en son de amenaza, se subió a su moto y desapareció. El mototaxista era Carlos Choré, quien, según afirman, es uno de los miembros más desaforados del clan Bazán-Choré. Hasly Marilyn fue aprehendida y después acusada de rapto y violación.

Unos meses más tarde, cuando cayó presa Norilda Bazán, otra integrante del clan, acusada de prostituir a Camila (nombre ficticio; ver la anterior edición de Miradas), otra niña riberalteña, Hasly Marilyn se decidió a confesar todo lo que había vivido con Carlos Choré Bazán. Fue gracias a ella que la Policía detuvo a los hermanos Alan y Carlos Choré. En la casa de Alan, la Policía encontró ropa que pertenecía a Camila.

“La ropa no era de ella”, dice Alan, detenido en la carceleta de Riberalta. “Yo no tengo nada que ver en eso y no sé nada”, asegura. ¿Podría afirmar a ciencia cierta que su hermano y sus otros familiares no se dedican a la trata de menores?, pregunta Miradas. “No”, contesta con firmeza.

Carlos Choré, también detenido en la carceleta, acusado de trata y corrupción de menores, se declara inocente. “No conozco a Camila”, sostiene, aunque admite que conoce a Hasly Marilyn. “No sé” y “nada más” contesta a otras preguntas y se calla.

Dijo que era hombre

La voz de Jenny apenas se escucha cuando habla de Jason o de Hasly Marilyn. Dice que le creyó cuando le dijo que era hombre. Sí, tuvo relaciones sexuales con ella. Pero nunca le vio los genitales. “Me decía que no mire porque le daba mucha vergüenza”, dice Jenny. “¿No tenía pechos?”, pregunto. “Tenía un poco”, contesta. “Me dijo que le habían crecido porque su madre no se los había apretado cuando era niño. No sé por qué le creí, no lo entiendo, y no lo quiero ver nunca más”, afirma.

A pesar de todo, Jenny es una niña afortunada; ya tiene 15 años, pero parece que aún no entiende que el día en que sus padres y la funcionaria de la Defensoría Katty Chávez le impidieron huir con Hasly Marilyn escapó también a la que pudo ser su peor pesadilla. Ella sólo sabe que Carlos Choré estaba en el karaoke con ellos ese día, que Jason y Choré “conversaban entre ellos”, que estaban bebiendo y que después se subieron a la moto de Choré. Nada más.

Jenny estaba a punto de ser entregada al clan. Al menos eso es lo que dice Hasly Marilyn. Según su declaración, esa noche se dirigían al cuarto de Choré; allí él decidiría qué hacer con ella. Lo usual era llevarlas a otra ciudad y prostituirlas. La relación de Jenny y Jason era parte de un plan.

“Me enseñaron todo lo que tenía que hacer para entrar a su casa con mentiras, haciéndome pasar por un hombre. Me dieron ropa, celulares, todo para que la corteje, para que la enamore”, dice. Quienes supuestamente le “enseñaron cómo hacer” son Carlos y Juleika, una joven de 17 años, supuestamente la novia o amante de Carlos Choré.

Según su declaración, Hasly Marilyn vio cómo en la “granja”, un sitio donde el clan solía esconder a sus víctimas, Carlos Choré habría matado a una joven de entre 13 y 14 años de edad. Sin embargo, hasta ahora no ha sido hallado cadáver alguno.

Juleika, también detenida por las denuncias de Hasly Marilyn, hoy goza de arresto domiciliario, y acaba de dar a luz a un bebé. Afirma que el padre de su hijo es un joven de su edad que “ya murió”. Ella y su madre sostienen que Carlos Choré era un amigo que durante años había sido el taxista que recogía a Juleika del colegio, así como a Hasly Marilyn. De acuerdo con ellas, eso es todo lo que saben.

Celia

“Yo sé quién es ese Choré”, dice una vecina de un barrio de Riberalta. “Él hacía taxi. Y hace tiempo que todo el mundo sabe que corrompe a menores. Y si todo el mundo lo dice es por algo, la gente no se va a inventar siempre lo mismo por nada. Me hizo taxi a mí también. Y varias veces me habló de una chica de unos 14 años que vive por acá. ‘Dice que se quiere ir conmigo, que quiere que la lleve a ganar dinero’, me contaba y me preguntaba cosas de la chica. ‘No sé’, le decía yo y, al tiempo, la chica ya no estaba. Se la habrá llevado pues. Bueno, la madre de la chica también se dedicaba a la prostitución. No sé qué habrá sido de ellas”, asegura.

Las historias que cuenta Hasly Marilyn en su declaración no parecen tener fin. Menciona también a otra chica de 13 o 14 años, Celia (nombre ficticio), a la que una vez entregó a Choré. Fingieron que celebraban una fiesta de cumpleaños y le dieron de beber, la emborracharon y después se echaron a dormir.

“Cuando desperté, la chica estaba en el baño, de donde regresó caminando despacio. Decía que le dolía su parte íntima y que estaba sangrando demasiado”, señala Hasly Marilyn. La razón del dolor no se especifica en la declaración. Hasly Marilyn afirma que le pidió a Choré que permita a Celia retornar su casa, pero él se negó y acusó a Hasly Marilyn de ser “una opa más”. Sin embargo, tiempo después Hasly Marilyn sí la devolvió a su casa, entre otras cosas, por miedo. “Sus padres me estaban buscando con la Policía y la Defensoría; yo la mandé a su casa y le mentí a Carlos, porque le dije que se había escapado. Después supe que ella y sus padres se habían ido al campo”, cuenta Hasly Marilyn.

Hasly, mi hija

“Mi hija tenía esa cosa fuerte del lesbianismo, pero yo no pude hacer nada. Ella desaparecía de la casa siempre; cuando regresaba no duraba ni dos días y desaparecía de nuevo”, dice el padre de Hasly Marilyn.

Es un hombre mayor con muchos hijos que dice ya no tener más fuerzas para preocuparse por Hasly Marilyn. Él ya no cree en ninguna autoridad ni en nadie. Dice que su hija recibió malos tratos e injusticias de parte de todos. Afirma que cuando detuvieron a su hija nadie lo quiso escuchar.

“Cuando yo fui a hablar por mi hija, como el padre que soy, de lo que le habían hecho, un policía me empezó a decir: ‘¿Ah sí? ¿Usted lo vio?’. Y después me habló de cosas que supuestamente había hecho mi hija, pero que él tampoco pudo haber visto; entonces yo también le pregunté: ‘¿Ah sí? ¿Usted lo vio?’, y se molestó. No hubo nadie que a mí me escuche. Yo fui a la Policía a sentar mi denuncia porque a mi hija le pegaron el día que la detuvieron y no me escucharon. Nadie me quiso oír, por eso me aparté y dejé que Dios haga nomás su voluntad. Todos se parcializaron en contra de mi hija y la acusaron dizque de violación y rapto”, dice.

Maldita ternura

Impredecible, tierna y peligrosa, eso es lo que parece ser Hasly Marilyn. Indefensa como cualquier otra niña, como una víctima, y peligrosa como alguien que victimiza.

No se sabe exactamente cómo y por qué Hasly Marilyn se relacionó con Carlos Choré. Ella misma sostiene que fue por intermedio de Juleika, su compañera de curso, y que fue inducida a abandonar el colegio. Dice que Choré la llevó a vivir “a su casa”, que al parecer no era una sola; una estaba en el barrio Villa Británica, otra en la zona 2 de Mayo, pero también residía en el Hotel Palases y el Motel Cupido. “Ésos fueron los lugares donde yo dormía”, declara.

“Hasly Marilyn era una mala influencia para mi hija”, dice la madre de Juleika. “Las dos desaparecían y se iban lejos. Pero aquí la conocimos de mujer, de niña, y un día ya apareció vestida de hombre. Y las cosas que hablaba; decía que ella venía del cielo'”, recuerda.

“¿Se acuerda de cuando le tocaba ir a sus audiencias y el juez le pidió que se vista como señorita y no como un hombre?”, le pregunta la funcionaria de la Defensoría Katty Chávez a la cabo María Segales, quien investiga el caso Bazan Choré, y ambas se ríen. “Sí, se puso falda y tacos altos. Antes de la audiencia estuvo ensayando cómo caminar, las otras mujeres que estaban presas trataban de enseñarle, pero a ella le costaba, no podía”, comenta la cabo policial.

Y Hasly Marilyn no solamente se puso falda y tacos, sino que se apareció en la audiencia con una peluca y la cara maquillada en extremo. “Pero, ¿qué ha hecho usted Hasly Marilyn?, ¿qué significa esto?”, le preguntaron. “¿Qué no me dijeron que debía estar como señorita?”, contestó ella, desconcertada.

Alguna vez, cuando Hasly Marilyn estaba libre, Katty Chávez, casada y con hijos ya grandes, recibió una llamada a altas horas de la noche. Una voz fingidamente masculina al otro lado del teléfono se identificó con el nombre de Jorge. “Venite gordita a karaokear conmigo y nos tomamos unas frías. ¿No te acuerdas de mí? Si me diste tu teléfono cuando estuvimos en San Juan de Nuevo Mundo”, le dijo.

“Cuando le colgué, me puse a pensar. ¡Claro! Era Hasly Marilyn. Sólo a ella le di mi teléfono ese día, como funcionaria de la Defensoría”, dice entre risas y repite como quien aún no puede creer lo que escuchó: “¡Venite gordita!”.

otra niña riberalteña, Hasly Marilyn se decidió a confesar todo lo que había vivido con Carlos Choré Bazán. Fue gracias a ella que la Policía detuvo a los hermanos Alan y Carlos Choré. En la casa de Alan, la Policía encontró ropa que pertenecía a Camila. “La ropa no era de ella”, dice Alan, detenido en la carceleta de Riberalta. “Yo no tengo nada que ver en eso y no sé nada”, asegura. ¿Podría afirmar a ciencia cierta que su hermano y sus otros familiares no se dedican a la trata de menores?, pregunta Miradas. “No”, contesta con firmeza. Carlos Choré, también detenido en la carceleta, acusado de trata y corrupción de menores, se declara inocente. “No conozco a Camila”, sostiene, aunque admite que conoce a Hasly Marilyn. “No sé” y “nada más” contesta a otras preguntas y se calla. Dijo que era hombre La voz de Jenny apenas se escucha cuando habla de Jason o de Hasly Marilyn. Dice que le creyó cuando le dijo que era hombre. Sí, tuvo relaciones sexuales con ella. Pero nunca le vio los genitales. “Me decía que no mire porque le daba mucha vergüenza”, dice Jenny. “¿No tenía pechos?”, pregunto. “Tenía un poco”, contesta. “Me dijo que le habían crecido porque su madre no se los había apretado cuando era niño. No sé por qué le creí, no lo entiendo, y no lo quiero ver nunca más”, afirma. A pesar de todo, Jenny es una niña afortunada; ya tiene 15 años, pero parece que aún no entiende que el día en que sus padres y la funcionaria de la Defensoría Katty Chávez le impidieron huir con Hasly Marilyn escapó también a la que pudo ser su peor pesadilla. Ella sólo sabe que Carlos Choré estaba en el karaoke con ellos ese día, que Jason y Choré “conversaban entre ellos”, que estaban bebiendo y que después se subieron a la moto de Choré. Nada más. Jenny estaba a punto de ser entregada al clan. Al menos eso es lo que dice Hasly Marilyn. Según su declaración, esa noche se dirigían al cuarto de Choré; allí él decidiría qué hacer con ella. Lo usual era llevarlas a otra ciudad y prostituirlas. La relación de Jenny y Jason era parte de un plan. “Me enseñaron todo lo que tenía que hacer para entrar a su casa con mentiras, haciéndome pasar por un hombre. Me dieron ropa, celulares, todo para que la corteje, para que la enamore”, dice. Quienes supuestamente le “enseñaron cómo hacer” son Carlos y Juleika, una joven de 17 años, supuestamente la novia o amante de Carlos Choré. Según su declaración, Hasly Marilyn vio cómo en la “granja”, un sitio donde el clan solía esconder a sus víctimas, Carlos Choré habría matado a una joven de entre 13 y 14 años de edad. Sin embargo, hasta ahora no ha sido hallado cadáver alguno. Juleika, también detenida por las denuncias de Hasly Marilyn, hoy goza de arresto domiciliario, y acaba de dar a luz a un bebé. Afirma que el padre de su hijo es un joven de su edad que “ya murió”. Ella y su madre sostienen que Carlos Choré era un amigo que durante años había sido el taxista que recogía a Juleika del colegio, así como a Hasly Marilyn. De acuerdo con ellas, eso es todo lo que saben. Celia “Yo sé quién es ese Choré”, dice una vecina de un barrio de Riberalta. “Él hacía taxi. Y hace tiempo que todo el mundo sabe que corrompe a menores. Y si todo el mundo lo dice es por algo, la gente no se va a inventar siempre lo mismo por nada. Me hizo taxi a mí también. Y varias veces me habló de una chica de unos 14 años que vive por acá. ‘Dice que se quiere ir conmigo, que quiere que la lleve a ganar dinero’, me contaba y me preguntaba cosas de la chica. ‘No sé’, le decía yo y, al tiempo, la chica ya no estaba. Se la habrá llevado pues. Bueno, la madre de la chica también se dedicaba a la prostitución. No sé qué habrá sido de ellas”, asegura. Las historias que cuenta Hasly Marilyn en su declaración no parecen tener fin. Menciona también a otra chica de 13 o 14 años, Celia (nombre ficticio), a la que una vez entregó a Choré. Fingieron que celebraban una fiesta de cumpleaños y le dieron de beber, la emborracharon y después se echaron a dormir. “Cuando desperté, la chica estaba en el baño, de donde regresó caminando despacio. Decía que le dolía su parte íntima y que estaba sangrando demasiado”, señala Hasly Marilyn. La razón del dolor no se especifica en la declaración. Hasly Marilyn afirma que le pidió a Choré que permita a Celia retornar su casa, pero él se negó y acusó a Hasly Marilyn de ser “una opa más”. Sin embargo, tiempo después Hasly Marilyn sí la devolvió a su casa, entre otras cosas, por miedo. “Sus padres me estaban buscando con la Policía y la Defensoría; yo la mandé a su casa y le mentí a Carlos, porque le dije que se había escapado. Después supe que ella y sus padres se habían ido al campo”, cuenta Hasly Marilyn. Hasly, mi hija “Mi hija tenía esa cosa fuerte del lesbianismo, pero yo no pude hacer nada. Ella desaparecía de la casa siempre; cuando regresaba no duraba ni dos días y desaparecía de nuevo”, dice el padre de Hasly Marilyn. Es un hombre mayor con muchos hijos que dice ya no tener más fuerzas para preocuparse por Hasly Marilyn. Él ya no cree en ninguna autoridad ni en nadie. Dice que su hija recibió malos tratos e injusticias de parte de todos. Afirma que cuando detuvieron a su hija nadie lo quiso escuchar. “Cuando yo fui a hablar por mi hija, como el padre que soy, de lo que le habían hecho, un policía me empezó a decir: ‘¿Ah sí? ¿Usted lo vio?’. Y después me habló de cosas que supuestamente había hecho mi hija, pero que él tampoco pudo haber visto; entonces yo también le pregunté: ‘¿Ah sí? ¿Usted lo vio?’, y se molestó. No hubo nadie que a mí me escuche. Yo fui a la Policía a sentar mi denuncia porque a mi hija le pegaron el día que la detuvieron y no me escucharon. Nadie me quiso oír, por eso me aparté y dejé que Dios haga nomás su voluntad. Todos se parcializaron en contra de mi hija y la acusaron dizque de violación y rapto”, dice. Maldita ternura Impredecible, tierna y peligrosa, eso es lo que parece ser Hasly Marilyn. Indefensa como cualquier otra niña, como una víctima, y peligrosa como alguien que victimiza. No se sabe exactamente cómo y por qué Hasly Marilyn se relacionó con Carlos Choré. Ella misma sostiene que fue por intermedio de Juleika, su compañera de curso, y que fue inducida a abandonar el colegio. Dice que Choré la llevó a vivir “a su casa”, que al parecer no era una sola; una estaba en el barrio Villa Británica, otra en la zona 2 de Mayo, pero también residía en el Hotel Palases y el Motel Cupido. “Ésos fueron los lugares donde yo dormía”, declara. “Hasly Marilyn era una mala influencia para mi hija”, dice la madre de Juleika. “Las dos desaparecían y se iban lejos. Pero aquí la conocimos de mujer, de niña, y un día ya apareció vestida de hombre. Y las cosas que hablaba; decía que ella venía del cielo…”, recuerda. “¿Se acuerda de cuando le tocaba ir a sus audiencias y el juez le pidió que se vista como señorita y no como un hombre?”, le pregunta la funcionaria de la Defensoría Katty Chávez a la cabo María Segales, quien investiga el caso Bazan Choré, y ambas se ríen. “Sí, se puso falda y tacos altos. Antes de la audiencia estuvo ensayando cómo caminar, las otras mujeres que estaban presas trataban de enseñarle, pero a ella le costaba, no podía”, comenta la cabo policial. Y Hasly Marilyn no solamente se puso falda y tacos, sino que se apareció en la audiencia con una peluca y la cara maquillada en extremo. “Pero, ¿qué ha hecho usted Hasly Marilyn?, ¿qué significa esto?”, le preguntaron. “¿Qué no me dijeron que debía estar como señorita?”, contestó ella, desconcertada. Alguna vez, cuando Hasly Marilyn estaba libre, Katty Chávez, casada y con hijos ya grandes, recibió una llamada a altas horas de la noche. Una voz fingidamente masculina al otro lado del teléfono se identificó con el nombre de Jorge. “Venite gordita a karaokear conmigo y nos tomamos unas frías. ¿No te acuerdas de mí? Si me diste tu teléfono cuando estuvimos en San Juan de Nuevo Mundo”, le dijo. “Cuando le colgué, me puse a pensar. ¡Claro! Era Hasly Marilyn. Sólo a ella le di mi teléfono ese día, como funcionaria de la Defensoría”, dice entre risas y repite como quien aún no puede creer lo que escuchó: “¡Venite gordita!”.

Le quitó los pantalones y el calzoncillo dentro del cual, atado a una especie de trenza, Hasly Marilyn llevaba escondido un pene de goma.

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