Monday, May 4, 2015

Guardaespaldas de El Tancara cuenta la matanza en El Abra


A casi ocho meses de la matanza en El Abra, las investigaciones avanzaron y concluyeron con una acusación formal en contra de nueve reclusos que serían los autores intelectuales y materiales del asesinato del delegado Édgar Ariel Tancara, alias El Tancara, Humberto Gonzales Olmedo, alias El Beto, Gustavo Tobar Ramírez, alias El Pilas, Sergio Arze Araníbar, alias El Lucifer, y de un bebé en gestación. La Fiscalía de Sacaba espera que el Tribunal de Sentencia fije hora y fecha para llevar a los nueve acusados a los estrados judiciales.

Hay pruebas materiales, testificales y científicas contra ellos. Una de las declaraciones más esclarecedoras fue la de un mecánico de motos que tiene una sentencia de 12 años de cárcel por el delito de violación, conocido como El Mechas (apodo cambiado).

Él entró en el penal de El Abra el 29 de mayo de 2014 a cumplir su sentencia. Al llegar fue, como todos, otra víctima de los abusos del delegado asesinado Édgar Ariel Tancara, pero terminó convirtiéndose en uno de los ocho guardaespaldas que debían protegerlo el día de la matanza.

LAS TORTURAS

El Mechas contó que al traspasar la puerta de El Abra para cumplir su sentencia lo recibieron El Beto, El Pilas, El Iván y El Chavo. “Me metieron en la celda 3A, ahí estaba don Ariel, echado en la cama. Me miró y dijo que yo era el perro de Álvaro Sanabria y les ordenó a los otros que me lleven a la celda 3B”.

En esta celda, el Mechas fue golpeado a patadas y con un bate de béisbol por El Iván, El Chavo, El Beto, y El Pilas. No lo dejaban dormir más de dos horas, le obligaban a levantarse a la una de la madrugada para lavar ropa de los gánsters del penal. Gróver Mendivil, el médico condenado por matar a una bioquímica y deshacerse del cadáver, ayudaba en las torturas sometiendo a los nuevos a toques eléctricos. “Le pagabas y te dejaba en paz”.

El entonces gobernador del penal, Yuri Duk, entró en la celda 3B y le preguntó por qué estaba allí. El Mechas aprovechó para contarle de las torturas y que le exigían 3.000 dólares para suspenderlas. “Duk me escuchó y salió. A la media hora entraron El Iván, El Tancara, El Pilas, El Beto y El Chavo para golpearme, el mayor Duk les había dicho que yo me quejé”.

Otros dos presos que estaban en la celda 3B, Marco Antonio Valencia y Johnny Jiménez Marza pidieron rebaja y pagaron 2.000 dólares para poder salir del pequeño infierno creado por Ariel Tancara dentro del penal. “Yo me quedé con Marco Díaz porque no teníamos dinero, pero las golpizas eran tan brutales que después conseguimos 500 dólares cada uno y les pagamos a El Pilas y El Beto, salimos a la celda 1B”.

En una ocasión, mientras El Mechas ayudaba a amarrar una carpa en el patio del penal, Tancara estaba bebiendo alcohol con un teniente de la Policía, de apellido Huanca, los reos Iván Castro y Jason Angulo. La agilidad y fortaleza física de El Mechas llamó la atención al jefe de los gánsters que lo mandó a llamar para comunicarle que a partir de ese momento sería su escudo o guardaespaldas.

Tancara mimó al Mechas. Le compró ropa. “Yo iba donde él iba, a todas horas. El cabo de llaves, el teniente Gutiérrez y el teniente Huanca le daban parte a Tancara cuando ya todos los reclusos estaban encerrados”.

Después de dos meses, El Mechas fue acusado de robar dinero y volvió a la celda 3B para ser torturado por El Iván, El Beto, El Pilas, El Chavo hasta que devolviera el dinero. El 12 de septiembre de 2014 los delegados de Aníbal Camacho, El Pilas, El Chavo, El Iván, Óscar Rodríguez y Jason Angulo le comunicaron que volvería a ser guardaespaldas de Tancara durante los dos días de fiesta de Urcupiña, junto a otras siete personas.

“El Tancara nos habló y nos amenazó, ‘Hijos de p... tienen que estar en sus lugares el sábado y el domingo’”. El 13 de septiembre bebieron todos menos Ariel Tancara. “Quince minutos antes de las 10 de la noche los tenientes Terán y Amurrio le dijeron que la fiesta se acabó, pero alguien le mandó una banda de música. “El Pilas le ordenó de mala manera a Aníbal Camacho que haga entrar a la banda tocando el tema de Wilstermann o de Blooming y Aníbal se fue rebuznando (protestando) y diciendo: ‘vas a ver mañana gordo hijo de p...’”.

Ariel Tancara tenía “su” quiosco dentro del penal. El 14 de septiembre “lo vimos comiendo sandwichs con los tenientes Terán y Amurrio, bebió y asistió a la misa, luego permaneció en su quiosco con su enamorada Romina hasta que llegó la jueza Yolanda Ramírez. Él le jaló su cartera para asustarla y ella lo besó en la mejilla diciéndole ‘papito cómo estás?’. Y llevó a la jueza a la mesa”.

LAS ARMAS

Mientras El Tancara se distraía atendiendo a la jueza, según el guardaespaldas testigo, el colombiano José Toro fue quien le pagó a un cabo de la Policía por dos armas. “José Toro estaba a mi derecha y un cabo que estaba de civil trajo las armas en una mochilita de un solo tiro, eran negras y las envolvieron en un trapo plomo. El Toro le dio un fajo de billetes al policía y después se fue a la mesa de Tancara para ver bailar a las fraternidades. Más tarde, Toro se fue en dirección a las celdas.

A las ocho de la noche los tenientes de la Policía Terán y Amurrio le preguntaron a Tancara hasta qué hora iba a ser la fiesta. Él les respondió “hemos quedado que hasta la una o dos de la mañana, y de su billetera sacó dinero en bolivianos que le dio a Amurrio”.

Mientras El Mechas iba a cenar al comedor vio un inusual corre corre de un piso al otro. Murmuraban “ya es hora”, “de una vez”. El Mechas dejó su plato de comida en su celda y volvió al patio. Se extrañó al ver que solo había uno de los ocho guardaespaldas, Romel Ramos. “Conmigo éramos dos, los otros seis desaparecieron”.

Luego de unos minutos apareció un tercer guardaespaldas, Sergio Arze Araníbar, alias El Lucifer o El Salvatrucha. “En la tarde estaba vestido con bermudas, pero se acercó de negro, fumó y luego se fue a parar al arco de fútbol del frente. Aníbal Camacho llegó con un ch’ulo, Jherson Rojas con una gorra. “Omar Gonzales, El Conejo, y Wilson Castro también estaban con poleras oscuras, pantalones camuflados.

Dos veces intentaron los policías que se acabe la fiesta, pero Tancara les daba más dinero y cerveza para callarlos. Tomó el micrófono de la amplificación y dijo “Que siga la fiesta”. No sabía que iba a ser su última fiesta.

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