Monday, May 4, 2015

“Vi cómo mataban al Tancara, al Pilas, al Beto y después a Lucifer”

Sentados detrás de uno de los arcos de fútbol, El Mechas y Romel miraban cómo Ariel Tancara salía a bailar con su enamorada Romina a la pista, mientras El Pilas acompañaba a la puerta a sus padres y otros familiares que se despedían.

La mujer de El Pilas sacó a bailar a Iván Castro al lado donde estaba El Tancara. El Beto permanecía sentado en una esquina con su esposa e hijo, ambos padres ebrios.

El Pilas volvió y se puso a jugar con su hijo cerca del arco. Entonces ocurrió.

“Vi cómo Aníbal Camacho, Jherson Rojas, El Conejo, Omar Gonzales, Víctor Ledezma, Líder Castro y dos más se bajaron los ch’ulos que habían sido pasamontañas y corrieron a la pista”, describe El Mechas.

Aníbal Camacho y Jherson Rojas fueron hacia El Tancara, pero es Camacho quien le apuntó con el arma y le disparó.

Cuando Romina vio caer a su pareja se lanzó sobre él y resultó herida con el segundo tiro que estaba destinado al delegado mayor. En ese momento la luz de la cancha se cortó, pero los reflectores de la amplificación estaban encendidos.

Pese a que Iván Castro, alias El Iván, era la mano derecha de El Tancara, y bailaba a su lado el 14 de septiembre, fue “ignorado” por los encapuchados.

José Toro fue hacia El Beto y le disparó. El Pilas gritaba perdón, pero ya no vi lo que le pasaba porque corrí con Romel”. En su huida se toparon con Jaime Gutiérrez, quien tenía un arma 9 milímetros. Los encapuchados se sacaron los pasamontañas, eran El Lucifer, Víctor Ledezma y Líder Castro, y fueron hacia la cancha buscando a Jaime Gutiérrez, al que obligaron a correr, a tiros.

El Mechas oyó que también lo buscaban a él y corrió a su celda, cerró con llave y se escondió debajo de su cama. “Pensé que ese día iba a morir porque vinieron e intentaron abrir mi celda”. Unos 40 minutos después salió a ver qué pasaba, cuando alguien empezó a gritar que toda la población vaya al patio. “Bajé por el sector de los billares y vi a Lucifer otra vez con bermudas, ya sin ropa negra, gritando que nos apuremos”.

En ese instante Johnny Villarroel, alias El Gallinas, le dijo a Lucifer “Vos has sido, vos has sido cabrón” y quiso revisarle su cintura.

ASESINATO DE LUCIFER

Sergio Arze reaccionó sacando dos armas de fuego y disparándole a El Gallinas y en todas direcciones para que los internos se hagan a un lado.

“Él empezó a escapar y mientras corría, varios lo seguían, yo en medio. Lucifer intentó salir por el pasillo de las visitas, pero estaba cerrado”. Viéndose atrapado, Lucifer se subió a la malla olímpica y saltó al otro patio, pero al caer se lastimó el pie y quedó tendido.

El Naruto subió la malla y saltó, sacó la faca y empezó a apuñalarlo en la espalda mientras Lucifer estaba en el piso. Los demás internos empujaron la malla hasta doblarla.

El Loco Bol, hermano de Johnny Villarroel, quiso vengar los siete tiros con los que El Salvatrucha había acribillado a su pariente minutos antes.

Tomó una piedra enorme y con ella aplastó la cabeza del malherido Sergio Arze hasta verlo sin vida, mientras El Naruto no cesaba de apuñalarlo en el cuerpo.

ENCUBRIDOR

Iván Castro se subió encima de la malla doblada y le ordenó a El Mechas que no deje pasar a nadie.

Cuando Lucifer dejó de respirar, El Iván les dijo a El Naruto y al Loco Bol que se fueran a bañar porque tenían la ropa llena de sangre.

“Iván levantó las dos armas que tenía Lucifer y se las dio a Richard Lafuente para que las entierre junto a otras dos armas calibre 9 milímetros y una bolsita de proyectiles”, describe el testigo.

Los internos se quedaron en el jardín. Abrieron el quiosco de El Tancara y lo saquearon. “Nos dieron leche, coca, cigarros, galletas”.

Mientras tanto, Óscar Rodríguez, Wilson Castro, Daniel Castro, El Goofy y El Chalinas se encargaban de esconder todo. “Lo sé porque los escuché venir a darle parte a Iván Castro, a Aníbal Camacho y a El Chavo, de todo lo que hacían”.

A excepción de El Beto, que fue asesinado mientras estaba ebrio y sentado en una esquina del lado oeste de la cancha, los internos cambiaron la posición de los cadáveres de El Tancara y El Pilas.

“A El Tancara lo pusieron en una frazada y lo llevaron más allá. Él no murió con los disparos, el Wilson Castro lo faqueó y después le sacó su billetera, las cadenas de oro y todo lo que tenía. Por eso su camisa estaba rota y su pantalón abajo”. El Pilas cayó con un balazo, pero volvió a levantarse y caminó hacia su jefe, pero volvió a caerse y Wilson Castro lo faqueó también”. Mientras tanto, Líder Castro y Víctor Ledezma hurtaban las billeteras de El Beto y luego la de El Pilas.

Mucho se habló del significado “esotérico” de las galletas y llaves que encontraron en los tres cadáveres, pero solo fueron desahogos de las víctimas de extorsiones. “Los Locos fueron quienes les llenaron las bocas de galletas mientras les gritaban: nos quitabas hasta la comida, coman pues ahora, pero en el infierno. Tanto nos castigaban c… nos hacían trabajar sin comer, ahora sigan comiendo”.

Otros sacaron sus llaves y se las introdujeron en las orejas, en las heridas de sus cuerpos. “Les decían a los muertos: aquí está la llave de mi auto, de mi casa, que más quieres quitarme c….!”. Escupieron los cadáveres y los patearon.

Los internos permanecieron en el patio y en el jardín hasta las seis y media de la mañana, hasta que Aníbal Camacho, Iván Castro y El Chavo les ordenaron que fueran a sus celdas a ocultar todos los cuchillos, facas y drogas.

Iván Castro les dijo a todos que cuando la Policía ingrese a investigar debían decir que no sabían lo que había ocurrido. “Población no ha pasado nada, no saben nada o El Lucifer les ha matado y él está muerto porque se tenían bronca”, les advirtió.

LO PROHIBIDO

En cuanto al ingreso de las bebidas para la fiesta, el testigo identificó como los responsables a varios policías y reclusos.

“Entraron 60 cajas de cerveza en un vehículo hasta la cerrajería, con la autorización del teniente Huanca, El Beto y yo fuimos a la cerrajería, cargamos los gangochos y los llevamos al depósito grande que estaba debajo del promontorio de arena, por el sauna. El que entregó las 60 cajas de cerveza fue el policía Montaño y El Beto le dio un fajo de billetes”.

Según el guardaespaldas, el ron también entraba en autos hasta la cerrajería y a la chapería gracias a los policías Nicolás y Checa, del turno del teniente Gutiérrez.

“En cuanto a las armas, no sé cómo entraban las de El Tancara, pero todos los delegados superiores portaban armas de fuego cuando estaban de turno. Yo solo vi al cabo flaco, alto, moreno que estaba de civil el día de la fiesta y él entregó dos armas a El Toro, pero yo pensé que eran para Tancara”.

El entonces gobernador de El Abra, el mayor Yuri Duk, estaba enterado de todas las irregularidades y las avalaba. “Él entraba por los menos dos veces al día a la oficina de El Tancara, pero Ariel no lo respetaba, lo trataba como a un perro. Le ordenaba y le decía si no haces esto y aquello, no vas a recibir plata”.

El Beto y El Pilas eran los que cobraban los seguros de vida, y de esos montos ellos siempre decían que 500 dólares eran para el mayor Duk, por cada recluso nuevo que era enviado por los juzgados cautelares.

“El Tancara no solo le daba dinero al mayor Duk, también le entregaba azúcar y arroz de lo que llegaba para nuestra comida. Cargábamos dos quintales al auto negro de lujo que tenía el mayor”, relata.

EL TUBO DE BAILE

La celda 1A de El Pilas se convertía en una sala de show de baile erótico algunas noches, en el turno del teniente Richard Gutiérrez. “Ahí hablaban, bebían, se drogaban. A la cocaína la llamaban Periquito y la guardaban en cajitas de fósforo, de ahí olían. Otras veces tomaban pilas que son unas pastillas rosadas a las que les decían “Flunis”. El Pilas decía que tenía burdeles y llamaba a dos o tres mujeres.

En esta celda había un tubo niquelado que las chicas utilizaban para bailar delante de El Tancara, el teniente Gutiérrez, El Beto, Omar Espinoza, el suboficial Alfredo Colque al que le decían El Bronco y el policía Nicolás. “El teniente Gutiérrez se loqueaba con la bebida y bailaba en el tubo, las manoseaba feo a las chicas y ellas se quejaban. El Tancara lo ponía en su sitio y el teniente se enojaba, amenazaba con dar informes. El Tancara lo calmaba diciéndole mañana vamos a arreglar”.

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