Monday, July 4, 2016

“Me dolió que mis hijos vieran cuando me querían linchar”

Balú, uno de los reos más grandes, fuertes, frívolos y corajudos en el penal de máxima seguridad de El Abra, tiene en su memoria innumerables escenas de violentos atracos, sangrientas peleas y sádicas lesiones desde sus 17 años; guarda estos hechos como importantes experiencias en su carrera delincuencial pero solo una le desgarra el alma, la vez que sus hijos lo vieron cuando intentaron lincharlo en su barrio.

Nelson D.R.C., según consta en su prontuario con doce procesos, o Alex S.G. como él intenta rectificar su identidad, es tal vez el resultado de uno de los periodos más cruentos durante el reinado de Ariel Tancara en El Abra.

Solo necesita pedir lo que quiera y todos se lo conceden. El recuerdo de brazos y narices rotas, de quienes se opusieron hace que todos sean más ágiles.

Balú era, como dicen al interior del recinto, "uno de los perros" del Tancara, el encargado de extorcionar y "acariciar" (torturar) a quien se opusiera a las reglas impuestas por su mentor.

Su sadismo ha llegado al extremo de que ya no siente satisfacción lastimando a otros y se autoprovoca lesiones en el momento menos esperado. "Ni bien nos damos la vuelta ya está estrellando su cabeza en la pared o cortándose la cara con un gillette", cuenta alarmado uno de sus custodios a quien, en alguna oportunidad, le ha tocado recibir los golpes en sus arranques de violencia.

En su rostro, brazos y piernas, tiene más cicatrices ocasionadas por él mismo que por las fugas y peleas. "Antes era peor, me punteaba mi cara (sonríe como quien hizo alguna travesura). Una vez hasta yo me he asustado; no entraba la punta y en uno nomás entró hasta el fondo y no paraba de sangrar, era tan grande la herida que pedí ir a sanidad, pero ya no me creían… es como el cuento de Juanito y el Lobo no vé, mientes tantas veces que ya no te creen (ríe). Como no me abrían me lo he pegado con ´la gotita".

¿Por qué te lesionas?, preguntamos. Agarra su mano y empieza a ennumerar. "De qué sirve ser conchudo, de bolas y simpático si nadie te quiere", dijo explicando que todos lo abandonaron.

Balú fue padre a corta edad y dejó sus estudios cuando estaba en la pre promo. "Me hice de familia muy joven y ya no podía pedir a mi madre".

Para entonces integraba una pandilla. "Empecé a robar por mis hijos. Si ellos te dicen ´papi necesito para esto y esto´, no les vas a decir ‘no hay".

Junto a su novia tuvo a cuatro hijos, que hoy tienen 21, 17, 11 y 6 años de edad. "Mañana pasado va a cumplir años mi hijito y quiero salir. Una vez me cogieron en mi barrio y me han sonado (golpeado) jodido. Me dolió que mis hijos vieran cuando me querían linchar. El mayorcito me dijo ‘he visto cómo te han querido matar’. Una vez entraron policías con pasamontañas a sacarme de mi casa. ´Yo no quiero ser así´ me dijo llorando".

Aquella experiencia motivó su primer intento de cambio de vida, sin embargo, su reclusión en la cárcel y todos los contactos que hizo allí impedían este propósito y nuevamente delinquía.

Durante años su razón de ser fueron sus hijos, sin embargo las decepciones se sumaron hasta que se alejaron poco a poco. Hoy su pareja rehizo su vida junto a un policía. "¡A él (al policía) también le saco su p… cada que lo veo!", contó enervado.

Recuerda que en una ocasión fue detenido por dispararle a su mujer además de encerrarla junto a sus hijos en un cuarto en el que puso gas lacrimógeno.

Balú es, tal vez, uno de los reclusos que más veces ha entrado y salido de la cárcel. Sus padres lo ayudaban con abogados pero se cansaron. "Cuatro o cinco veces me han ayudado a salir, pero entraba otra vez, y otra, y otra… se han cansado pues, ahora estoy solo".

Ningún abogado acepta su causa. El jurista asignado por Defensa Pública renunció luego de haber sido brutalmente golpeado por él. "Es que no hacía nada, decía que no se podía y no se qué cosas más. Son dos años y cinco meses que no tengo abogado, no voy a ninguna audiencia, no tengo sentencia y ya estoy por cumplir los tres años que debería estar aquí", reclama pidiendo que alguna autoridad pueda ayudarlo.

Aunque sin mucha esperanza hace planes para cuando salga del penal. "Primero quiero ir a ver a mis hijitos, luego no sé si trabajar, podría pedir ayuda a mi papá, él es contratista”.

La posibilidad de quedarse en Cochabamba es, para él, seguir sumido en lo mismo. "Si quisiera salir de esto no tendría que quedarme porque ya sé dónde venden (droga), dónde toman… Difícil, tendría que estar lejos".

Dice estar cansado de su vida. Recientemente pidió su traslado al penal de Chonchocoro, en La Paz. "Quería entrar ahí, para ver si salía vivo o muerto, me daba igual, ya estoy cansado".

Desde que ingresó a El Abra y a otros recintos en Cochabamba dice no haber conocido en la práctica la palabra “rehabilitación”.

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