Friday, December 30, 2016

Carlos entró a la cárcel cinco veces y ahora pide una nueva oportunidad

La historia de Carlos se resume en cuatro frases. Empezó a delinquir a los 12 años. Ha "pisado" la cárcel en cinco oportunidades. Tiene 16 hijos. Y cuando recupere su libertad quiere cambiar de vida, trabajar como "maestro" carpintero.

Tiene 42 años, mide aproximadamente 1.70 metros de altura y se encuentra convaleciente de una enfermedad que lo mantiene en cama desde hace casi 60 días, 21 de ellos en terapia intensiva.

"Tengo 16 hijos en diferentes mujeres", asegura el hombre y lanza una carcajada. Acota inmediatamente que no se trata de una broma.

Viste un corto blanco del equipo de fútbol Real Madrid, de España, pero aclara que es hincha de un club de Cochabamba.

La hija mayor de Carlos, que ahora cuenta 24 años, nació cuando él era todavía un adolescente de 16 años. El último de sus retoños acaba de cumplir tres años.

Las cinco veces que llegó al penal (todavía está encerrado) fue por robo. Confiesa que empezó a delinquir desde muy joven, cuando vivía en la calle y se juntaba con otros niños que estaban en la misma situación.

Carlos y sus tres hermanos fueron abandonados por sus padres a temprana edad. El tenía ocho años cuando su madre se fue con otro hombre y su padre se dedicó a beber.

Vivió parte de su niñez en el hogar Sayarikuy (Levántate), donde tuvo el apoyo y la orientación de la madre Estefanía.

El recluso afirma que casi todo lo que sabe lo aprendió en la calle, donde, en muchas oportunidades, sintió discriminación de parte de la gente.

Acota que para los exreclusos es bastante complicado conseguir un “trabajo digno”, porque los empleadores desconfían de ellos y no les dan una oportunidad.

Recuerda que después de salir de prisión, la primera vez que estuvo encerrado, empezó a trabajar en una carpintería, pero cuando su jefe se enteró de su situación, lo despidió.

En otra oportunidad, cuando descargaba unos muebles en La Cancha, la Policía, sin motivo aparente, lo detuvo. Le pidieron dinero, y como no tenía, lo encerraron.



PARA COMER

Carlos asegura que empezó a hurtar para comer, hace 30 años, pero no golpeaba a las personas “como sucede ahora”. Por las noches dormía en la estación de trenes y aprovechaba para robar trigo de los vagones que se encontraban en el lugar.

El trigo que sacaba de los vagones lo vendía a las comideras de La Cancha. Con este dinero adquiría ropa y alimentos “para poder sobrevivir”.

En esa época, los adolescentes que vivían en la calle inhalaban gasolina para drogarse. Después apareció la clefa (pegamento) y, finalmente, la marihuana, la cocaína y otro tipo de drogas.

Carlos tenía 12 años cuando fue detenido la primera vez por la Policía, acusado de robo. Estuvo un par de meses en celdas y durante ese tiempo era ayudante de los “jilakatas” (delegado de los internos). Hacía trabajos para ellos, por ejemplo, lavar el baño.

La primera vez que lo encerraron en la cárcel fue cuando tenía 16 años. Lo acusaron de haber robado una bicicleta al hijo de un dirigente vecinal de Valle Hermoso. Afirma que no cometió ese delito y que lo culparon tras un desfile identificativo en el que la víctima aseguró que él había cometido el delito.

Estuvo durante un año en el penal de San Sebastián. En ese tiempo -afirma Carlos- el penal era muy diferente. Había menos reclusos y más negocios, incluso espacios donde se comercializaba chicha.

"El control no era tan estricto como ahora, pero tampoco había tantas personas drogadictas".

Antes de ingresar al penal ya había nacido su primera hija, y el segundo estaba en camino.

Cuando salió de la cárcel, después de permanecer un año, trató de reformarse. Empezó a trabajar en una carpintería, pero como no ganaba lo suficiente volvió a delinquir con sus amigos.

Después de que su primera pareja lo abandonara para irse a Estados Unidos, conoció a su actual esposa, con quien mantiene una relación de dos décadas y tiene seis hijos.

La segunda vez que lo encerraron en el penal de San Sebastián fue por el mismo delito. Estuvo encarcelado ocho meses por robar accesorios de vehículos, guiñadores y otros.

La tercera y cuarta vez que lo encarcelaron fue también por robo.

Carlos asegura que desde el año 2000 no había cometido ningún delito. Se dedicaba a trabajar como chofer y carpintero. Había comprado un vehículo con los ahorros de varios años.

Se mantuvo sin cometer delitos hasta el año pasado, cuando volvió a reincidir. Fue detenido hace cuatro meses por ser “documentero”, es decir, hacerse pasar por policía y robar a sus víctimas. Asegura que fue acusado, pese a que es inocente, solo porque es compadre de quien sí cometió el delito.

Carlos puntualiza que él pasó por casi todas las especialidades en el mundo del hampa y por eso se considera un delincuente múltiple.

Cuando salga de la cárcel quiere cambiar de conducta. Considera que la vida le ha dado una nueva oportunidad, más aún después de haber permanecido en estado de coma durante 21 días.

Por el último delito que fue acusado todavía no lo han sentenciado y está en espera de que terminen las investigaciones.

La esposa de Carlos es quien se moviliza en busca de dinero y para que el abogado resuelva lo más pronto posible su situación legal.

Carlos estudió hasta quinto básico en la escuela Fidel Araníbar de la avenida 9 de Abril.

Si hubiera logrado concluir el bachillerato dice que le habría gustado ser policía (ríe). Segundos después recupera la seriedad e insiste en que hubiese sido un buen oficial, pero no tuvo la oportunidad de estudiar.

Cuando salga de la cárcel piensa trabajar de “maestro” carpintero y también de taxista. Sabe fabricar ventanas, puertas y otro tipo de muebles.



INTERNADO

POR UNA MUELA

Carlos tenía un fuerte dolor en una de sus muelas y acudió al dentista del penal para que le revise. No obstante, el médico le indicó que solo atendía a seis pacientes, por lo que él quedó fuera de la lista, pese a que le había explicado al galeno que padecía de diabetes.

El médico del penal le indicó que debía elaborar un informe para que le pudiesen derivar a un dentista externo. El trámite demoró cuatro días y en ese tiempo se le formó un absceso en la cara.

A causa de este absceso, agravado por la diabetes que padece, la salud de Carlos se deterioró a tal grado que tuvo que ser internado en terapia intensiva del hospital Viedma. Permaneció en estado de coma durante 21 días.

"Si hubiese tenido atención médica oportuna no habría pasado todo esto. El trámite para salir es muy burocrático".

El día que llegó al hospital no había una cama disponible y tuvo que esperar. Cuando finalmente lo subieron a la sala de internación, había perdido el conocimiento. En los 21 días que estuvo en terapia intensiva le apareció una úlcera en la parte baja de la espalda, agravada por la diabetes.

Ahora está mucho mejor, después de casi dos meses de tratamiento, pero en ese tiempo su familia gastó más de 30 mil bolivianos para la compra de medicamentos.

La familia de Carlos tuvo que vender todo lo que tenía para reunir el dinero: sus televisores, electrodomésticos y otros artículos que se había comprado a lo largo de varios años. Un familiar suyo le prestó alrededor de 10 mil bolivianos.

Carlos señala que Régimen Penitenciario le ayuda con el pago de la internación, pero él y su familia deben conseguir los recursos económicos para comprar las medicinas.

El recluso afirma que en el penal no hay ningún tipo de consideración con las personas que están enfermas, por lo que sus dolencias se agravan por falta de atención. Carlos pide a las autoridades de Régimen Penitenciario aumentar el número de médicos y que atiendan las 24 horas del día.

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