Wednesday, June 5, 2013

385 mujeres comparten ocho lavanderías en penal de Obrajes

En un espacio frío y sin ventanas hacia la calle, un policía indica a los visitantes que extiendan sus brazos. Pasa las manos por el torso y piernas de cada uno de ellos para revisar que no porten objetos externos como armas.

Al ingreso, una pequeña plaza con dos quioskos, uno de refrescos y otro de golosinas, es lo que se ve primero. Por el recorrido de una cancha de futsal de cemento está extendida la ropa mojada y unos niños corretean alrededor.

“¡Cuidado con mi ropa!”, grita una mujer a un menor que se acercaba demasiado a sus chompas recién lavadas. La lavandería está cruzando la cancha y bajando unas gradas. Hay decenas de alambres que van de un lado a otro y cientos de chompas, poleras, buzos, pantalones, colgados que interrumpen la vista de lavandería del Centro de Orientación Femenina de Obrajes.

Los grifos de ocho lavanderías no paran de funcionar. Son operados por ocho privadas de libertad, que se turnan para lavar su ropa y la de sus hijos.

Cada día, los grifos son usados por las internas del penal desde las 9:00 hasta las 17:00. El servicio debe alcanzar para las 385 mujeres y 120 niños.

Las manos fuertes de una de las internas frotan la ropa de su hijo de dos años, quien vive con ella en la cárcel, hace cuatro meses.

“Lavo una vez por semana la ropa de mi hijo, tengo cuatro, pero vivo acá sólo con el menor. Los otros están afuera”, cuenta la mujer, de 31 años, oriunda de Beni.

Otra reclusa, de 50 años, y encarcelada hace cinco meses, va a lavar la ropa de sus dos nietos, uno de ocho y otro de siete años. Con dos bolsas de yute llenas de prendas, comienza a enjuagarlas.

Cuenta que antes del 15 de mayo no había ocho lavanderías, sino que las 385 mujeres debían compartir cuatro. Esto, en algunas ocasiones, causaba peleas.

“Si bien la que llegaba primero tenía derecho a lavar, las demás te apuraban y no podías lavar tranquila”, cuenta.

El Comité Internacional de la Cruz Roja refaccionó y amplió de cuatro a ocho las lavanderías del penal, entre otros trabajos. La capitana Luz María Alaja comenta que antes recibía de las jefas de seguridad reportes de “pequeños altercados” por el uso de esos espacios.

“Las privadas de libertad no tenían más de 20 minutos para lavar. Ahora hay más tiempo y mejoró el comportamiento”, dice aliviada.

Hay preocupación por hacinamiento
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) manifestó su preocupación por el hacinamiento en la cárcel de mujeres de Obrajes, que alberga a 385 privadas de libertad que conviven con 120 niños.

“Hay que trabajar a la raíz a la causa del hacinamiento, así mejoran las condiciones de todos. El acceso a la salud, al agua y saneamiento depende de cuántos son los usuarios. Si el número de usuarios sube y no aumentan los servicios, obviamente se crea una condición de vida no ideal”, afirmó Giuseppe Renda, delegado del CICR en Bolivia, Ecuador y Perú.

Dicho comité realiza proyectos para mejorar las condiciones de las cárceles de Bolivia, tanto en infraestructura como en el sistema penitenciario.

El proyecto de implementar ocho lavanderías, cuatro lavamanos y mejorar las condiciones de plomería y alcantarillado en la cárcel comenzó en abril de este año y culminó el 15 de mayo. La inversión fue de más de 4.000 dólares.

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