En primera instancia estaríamos hablando de un secuestro, entendido como la privación de libertad y cómo se siente la persona que es sometida a este delito.
Este proceso violento (secuestro) que atraviesa la persona deja huellas en su salud mental, porque no tiene seguridad de lo que le va a pasar, si volverá a ver a su núcleo familiar, a sus seres queridos cercanos, si le van a quitar sus bienes o no, si va a vivir o no, o si le van a hacer daño.
Cuando una persona es sometida a este tipo de estrés, que es tan incierto y agresivo, hay repercusiones muy fuertes a nivel de su salud mental.
Esta persona que ha pasado por esta experiencia se siente todo el tiempo insegura, porque considera que es probable que le vuelva a suceder. Empieza a tener miedo, se aísla de la gente, de su entorno social. Es posible que se desentienda de las actividades que normalmente hacía como su trabajo y deja de asistir a eventos sociales.
En los familiares hay también repercusiones, porque no saben si la persona desaparecida está viva o muerta, si está herida o si van a pedir rescate por ella. No saben a quién recurrir o si el tiempo que las autoridades toman para la investigación es la adecuada.
Hay una crisis que se genera y es muy difícil superarla, peor aún si no se cuenta con ayuda psicológica de un terapeuta. Lo importante es ver las repercusiones en la persona que ha sufrido un secuestro y si se puede restablecer emocionalmente, de forma tal que vuelva a trabajar y funcionar normalmente dentro de su ámbito.
En este caso, la persona, pese a todo lo negativo que haya vivido, debe seguir funcionando, es decir trabajando con la familia, haciendo su vida en forma normal.
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