Esta madre de 32 años accedió a contar su testimonio con la condición de no revelar su identidad ni las edades de sus hijos.
Martha relata que tenía un hogar estable, con un esposo que trabajaba en el rubro de la construcción y que se comportaba como un “buen padre”.
Sin embargo, el infortunio golpeó su hogar. Una de sus amigas le ofreció ser partícipe de un “buen negocio” y ella aceptó porque “unos pesos no le hacen mal a nadie”.
Este negocio resultó ser a la larga una estafa, pero ella no lo sabía y, según su relato, nunca se benefició con dinero.
Su amiga, quien escapó cuando se descubrió el engaño, pedía dinero a varias personas y estas a su vez a otras, con la promesa de que también recibirían hasta 8.000 dólares una vez que les tocara su turno.
La madre fue sentenciada a pagar su pena en la cárcel y prefirió llevar a sus pequeñas con ella, “porque estarían mejor”.
Tras destaparse el problema de la estafa, su esposo, según el relato de Martha, optó por dejar el hogar y migrar a Brasil, donde trabaja actualmente en un taller que confecciona ropa, en la ciudad de Sao Paulo.
Esta mujer de 32 años asegura que espera con ansias el próximo año, porque está convencida que saldrá en libertad.
Reconoce que en el penal cuenta con el apoyo de varias de sus compañeras, pero asegura que las necesidades para ella y sus hijos son múltiples y no pueden ser satisfechas adecuadamente porque no tiene ingresos suficientes.
Beatriz (nombre cambiado) es otra privada de libertad que vive con su hijo en el penal, pero prefiere no hablar mucho. Solo se limita a decir que cada día se arrepiente de haber caído en la cárcel, porque su pequeño vive en un ambiente inadecuado, incómodo y donde pasa muchas necesidades.
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