Monday, April 8, 2013

El ‘charqueo’ da más ganancias a los ‘auteros’



L a esquina de las calles Riobamba y Boquerón, cerca del mercado Rodríguez de la ciudad de La Paz, es un “punto rojo” para los vehículos que se estacionan. Esto lo sabe la familia del abogado M.A.C. (iniciales de su nombre), que dejó allí su coche durante unos minutos la mañana del 31 de octubre de 2007. Cinco años después, el jurista halló el volante de su automóvil en un taller clandestino de El Alto.

La pieza tenía un raspón como marca y apareció en medio de fierros. Así, el profesional que pretendía encontrar su motorizado completo, se resignó a observar lo que quedaba de éste y dejó el artefacto hallado. Desde que extravió su carro, M.A.C. averiguó, por su cuenta, el modus operandi de los auteros (ladrones de autos) que merodean esa zona que figura en la “lista negra” de la Dirección de Prevención del Robo de Vehículos (Diprove). “Estoy seguro de que los delincuentes están por allí rondando y cuando observan que no hay nadie cerca, actúan ese rato”. Cuenta que incluso tomó contacto con otras personas a quienes también les sustrajeron sus vehículos en aquel sitio.

M.A.C. pidió a Informe La Razón no dar a conocer su identidad porque los malhechores involucrados en su caso pueden atentar contra su vida. El desmantelamiento de coches —denominado popularmente “charqueo”— es un negocio rentable para los antisociales. Mientras la venta de un automóvil íntegro ronda entre $us 500 y $us 1.500 en el mercado negro, la comercialización por partes puede duplicar esta cifra, comenta el mayor César Ramos, director de la Diprove de El Alto.

Los talleres clandestinos son los espacios que reciben los motorizados robados, que son despedazados por mecánicos que integran las organizaciones criminales. Por ejemplo, agentes de la Diprove señalan que el “cerebro” electrónico de un coche promedio puede ser ofertado en Bs 2.000 por los auteros; el motor tiene similar cotización; el flujómetro, Bs 1.500; la radio, Bs 600; el retrovisor, Bs 500; la batería, Bs 300, al igual que cada una de las llantas (ver más datos en la infografía).

Las piezas más demandadas, según los detectives, son el “cerebro” y el flujómetro, ello explica su alto costo. El primero es uno de los artefactos más importantes del carro porque conecta sus sensores, y el otro, es un sensor que regula el paso de energía, combustible y aire al motor. Ambas son autopartes, es decir, dispositivos de tipo mecánico y electrónico esenciales, porque sin ellas el coche no se mueve.

Inclusive, Ramos calcula que éstas pueden llegar a valer entre $us 1.000 y $us 2.000, si sirven para minibuses modelo 2007. O sea, los costos disminuyen para vehículos más antiguos. Dos policías del taller de la Diprove explican que las autopartes pueden ser compatibles entre carros de la misma marca. Así, cuando le falta el “cerebro” a un Toyota Corolla 2012, se le puede incorporar el de otro rodante similar. La feria de la zona alteña 16 de Julio, que se instala jueves y domingos, es el principal centro donde se compra y vende estos productos ilícitos.

Asimismo, los auteros escogen para sus golpes a los motorizados más requeridos en el mercado negro: los Toyota, especialmente los Caldina y los Land Cruiser, de acuerdo con información de la Diprove El Alto. Los primeros tienen compradores seguros porque se utilizan, generalmente, como taxis; en tanto que los otros gozan de amplia demanda porque son medios de transporte que pueden lidiar con todo tipo de terrenos y son ideales para conducirlos por el campo.

Pero no son los únicos coches que gozan de preferencia entre los malhechores y sus clientes. También están los Mitsubishi y autos de alto tonelaje que resultan lucrativos.

Un investigador relata que últimamente se han extraviado coches de esta marca en la zona Sur de la ciudad de La Paz, que han ido a parar a distritos mineros. “Como de allí nunca salen, entonces no tienen problemas con los papeles”. Para “levantar” los vehículos, los delincuentes usaban una pluma y un artefacto que rompe las chapas de las puertas.

Igualmente hay bandas que se dedican exclusivamente al hurto de determinados tipos de motorizados. Por ejemplo, siempre según la Diprove, una de éstas atracaba solamente a choferes de autos de alto tonelaje, especialmente Nissan Cóndor y Volvo F12. Los antisociales se hacían pasar por clientes y simulaban realizar algún traslado o rentaban uno de estos carros; en medio camino asfixiaban al conductor y se apoderaban de sus vehículos, que se cotizan entre $us 100 mil y $us 150 mil.

El año pasado se recuperaron al menos tres o cuatro robados que quedaron enfangados en la frontera con Perú, una de las regiones adonde los “auteros” llevan sus botines de cuatro o dos ruedas. Como los delincuentes no podían poner en marcha los motores, decidieron huir y quedarse sin ganancias. Pero hay más. En la actualidad, las motocicletas chinas son el dulce de los ladrones del rubro. En una semana de febrero se denunciaron dos desapariciones.

Devolución. La Asociación de Propietarios Víctimas de Vehículos Robados (Asprover) informa que la cifra de carros hurtados que son devueltos a sus dueños es mínima en relación a los números de la delincuencia. Por ejemplo, el anteproyecto de la Ley Contra el Hurto, Robo y Comercialización Ilícita de Vehículos, Aeronaves, Transporte Fluvial, Autopartes y Accesorios indica: “Asprover denunció que de cada 6.000 vehículos robados por año, apenas se recuperan 50”.

Las autoridades y víctimas recomiendan que es conveniente asegurar los coches con distintos mecanismos. El método que más afecta a los ladrones es el “trabado” de los motorizados; esto se da cuando las máquinas dejan de funcionar automáticamente después de un momento, o sea que se detienen hasta que el propietario vuelve para “destrabarlas”. No obstante, esto no evita que los vehículos robados puedan ser desarmados.

El abogado M.A.C., que perdió su carro cerca al mercado Rodríguez hace cinco años, no contaba con este seguro mecánico. Comenta que ha tomado en cuenta la lección y espera que el volante rescatado de su carro sea sólo un mal recuerdo, tras haber sido víctima del “charqueo”.

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