Monday, April 4, 2016

Cantidad de pandillas cae de 762 a 221 en tres años



Si en 2013, 762 pandillas operaban en Bolivia, esta cantidad se redujo a 221 en 2016, según un informe preliminar de la Policía, al que le faltan los datos de Cochabamba. Paradójicamente, Santa Cruz y Sucre cuentan con el mayor número de estos grupos. El último reporte, fechado el 21 de marzo de este año —que recoge datos de ocho comandos departamentales—, fue remitido al Ministerio de Gobierno en un insumo que será debatido en la VI Cumbre de Seguridad Ciudadana.

¿Qué factor explica esta disminución? La Razón buscó al coronel Gary Omonte, director nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), y al viceministro de Seguridad Ciudadana, Carlos Aparicio. Omonte explicó que aún realizan un trabajo de campo para corroborar esas cifras. “Debemos ver cuáles están activas, cuáles han cambiado de nombre, y estamos revisando toda la información”. La Razón llamó en al menos cinco ocasiones al viceministro, pero no logró contactarlo.

El sociólogo e investigador Javier Copa —quien junto a Juan Mollericona y Sara Villca es autor de Pandillas juveniles-Situación de violencia e inseguridad ciudadana en La Paz 2014— cree que el dato de 2013 del Observatorio Nacional de Seguridad Ciudadana, con base en reportes policiales, es incorrecto porque hay agentes que confunden a colectivos de indigentes, niños en situación de calle y alcohólicos con los grupos violentos de adolescentes y jóvenes.

Según el informe de 2016, las ciudades con mayor cantidad de este tipo de colectivos son: Santa Cruz (69), Sucre (40) y El Alto (25), contrariamente a 2013, cuando La Paz estaba primera (261), seguida por Santa Cruz (169) y Cochabamba (106).

Proximidad. En La Paz solo hay 23 pandillas, 91,1% menos que las contabilizadas hace tres años, y de sus 7.817 miembros hoy la cifra llega solo a 642. Las más numerosas son: Vatos Locos de Villa Armonía (75 integrantes), seguidos por Family Ryders (zona Central), Tía Bertha (Munaypata), Latitud Café (Kollasuyo), Real Ready (Miraflores) y Los Hermanos (Miraflores), con 50 personas cada una.

Cártel Family figura en este documento con 30 integrantes, aunque el Ministerio de Gobierno informó que son al menos 60. En El Alto estas agrupaciones disminuyeron de 64 a 25 (-62%) y los pandilleros de 2.762 a 821.

Desmbolt, que opera en la zona Los Andes, es la más grande, con 45 miembros, seguida por Hijos de Nadie (Villa Esperanza) y Barrios Unidos (Ballivián) con 43 componentes cada una. De las 25, 11 son agresoras, otras 11 protagonizan riñas y peleas, dos atracan y una extorsiona. Además, cuatro usan armas blancas; 16, instrumentos contundentes; y una, armas de fuego (Los Marihuanos). Diez consumen alcohol; y 15, alcohol y drogas. Este detalle no está disponible para la ciudad sede de gobierno.

De las 20 reportadas en Potosí, cuatro emplean cuchillos y puñales; y 16, instrumentos punzocortantes. Diez consumen alcohol y las otras 10 mezclan alcohol con estupefacientes. El robo es la actividad principal de una decena de estas organizaciones, seguida por las riñas y peleas.

A diferencia de la tendencia general, solamente en Cobija (Pando) y en Sucre (Chuquisaca) las pandillas aumentaron de tres a seis y de 27 a 40, respectivamente. En el primer caso, sin embargo, las seis están integradas por “descuidistas”, usan navajas y cuchillos, y consumen alcohol y sustancias controladas.

Drogas. “Los pandilleros están metidos en corrupción de menores, portación de armas blancas, algunas incluso de fuego, y en microtráfico de drogas”, confirmó el 17 de marzo, Omonte. El sociólogo Copa cuenta que mientras algunos miembros de estos grupos juveniles consumen marihuana, otros optan por los “flunis” o “pilas”, como llaman al Flunitrazepam y Diazepam, que ingieren con alcohol.

“La lengua se les adormece, les cuesta hablar y se traban”, detalla. Los dealers o proveedores son los que consiguen las sustancias ya sea a través de un contacto o una farmacia.

Para usar esta última vía, hay quienes se especializan en falsificar recetas, ya que ambos fármacos solo se pueden comprar con prescripción médica. Édgar Villegas, presidente del Colegio Médico de Bolivia, admite que aunque la venta libre de ambas drogas está prohibida, esta restricción “a veces no se cumple”. En octubre de 2015, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) capturó a 100 personas por microtráfico de estupefacientes en La Paz, particularmente marihuana.

Desde esa fuerza informan en reserva que los microtraficantes preferentemente son menores de edad o adultos mayores, quienes no son imputables por ley. “Los microtraficantes las venden incluso desde un puesto de venta de dulces para disimular”, dice un investigador, quien pide resguardar su identidad.

Existen al menos tres pruebas de iniciación

Provocar a un “peso pesado” de una pandilla rival, “voltear” (asaltar) a un ebrio y defender el territorio pueden garantizar que un novato sea admitido, según el sociólogo y estudioso de este fenómeno Javier Copa. El investigador, quien en su juventud formó parte de un grupo juvenil, como él prefiere llamarlos, explica que estos ritos pueden variar según el contexto social en los siete macrodistritos urbanos del municipio de La Paz, pero por lo general son los mismos.

“Primero, definen robar una tienda o voltear a un borrachito; segundo, pelear con uno de los ‘pesos pesados’ (líderes de una banda rival); y, tercero, defender el territorio que puede ser una plazuela, un café internet o una calle”, sostiene el entrevistado. Basta con que el aspirante venza uno de los exámenes para ser admitido. “Si tienes un hermano dentro del grupo, es mucho más fácil ingresar porque pueden interceder por vos”.

Una joven que participó de las fiestas que organizó la organización Cártel Family en Miraflores el 20 de febrero señala que golpear y desafiar a un rival es una de las pruebas de ingreso. A las mujeres “les ponen como examen golpear a otras chicas y robarles en las fiestas que Cártel Family, Los Hermanos y Real Ready organizan”.

Los miembros de la primera pandilla —integrada según las autoridades por 60 jóvenes o adolescentes— asaltaron a una pareja el 27 de febrero en la calle Montevideo del centro paceño; una cámara de vigilancia filmó el brutal ataque de los pandilleros. El 15 de marzo, Diviana P. O., de 20 años, quien golpea a una de las víctimas (una joven), se entregó y admitió ante el fiscal del caso Óscar Campero que la golpiza era la prueba que debía vencer para ser aceptada por La Familia.

El filme ‘Sangre por sangre’ ‘es ley’ entre los pandilleros

Blood in Blood Out en inglés o Sangre por sangre (der.), una película de 1993, de Taylor Hackford, protagonizada por Damian Chapa (Miklo), Jesse Borrego (Cruz) y Benjamin Bratt (Paco), según el sociólogo y estudioso Javier Copa, “es ley y la más vista en el mundo de los grupos juveniles” en La Paz, donde algunos se hacen llamar Vatos Locos y Tres Puntos como en el filme.

De ‘Los Marqueses’, al ‘Gran Cártel’ y a ‘La Mara Villa’

Tras Los Marqueses y Los Calambeques, pandillas de los años 70 que iban sobre motos en pleno apogeo del rock, en los 90 la sede de gobierno vio nacer a otros grupos como B. U. o Barrio Unidad, Cártel Central y Mara Villa, de Villa Victoria, aún vigentes en la urbe, según el libro Pandillas juveniles-Violencia e inseguridad en La Paz 2014, de Javier Copa, Juan Mollericona y Sara Villca.

Yerba Brava y Meta Guacha, entre sus grupos musicales

Si en los 90 el tecno hacía bailar a los pandilleros de esa década, hoy es la cumbia villera argentina, en particular grupos como Yerba Brava, Meta Guacha y Damas Gratis. Las letras de las canciones de estos grupos incitan a la violencia y al consumo de bebidas alcohólicas, se dice en el estudio Pandillas juveniles-Situación de violencia e inseguridad ciudadana en La Paz 2014.

Tatuajes y grafitis expresan una forma de pertenencia

Los tatuajes y grafitis son una forma de expresar pertenencia y de marcar territorio, según el sociólogo Javier Copa. Ellos “usan el tatuaje como identidad, dicen: ‘Soy yo, para siempre y con mi grupo’”, añade el académico quien en su juventud formó parte de una pandilla. En tanto, el grafiti es un símbolo con el que estas agrupaciones marcan “su territorio”.

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