Monday, April 4, 2016

La furia y el miedo habitan en siete zonas alteñas


No importa si cae la noche o salen los primeros rayos del sol, los vecinos del distrito 7 de El Alto permanecen en alerta ante cualquier presencia desconocida. El miedo ha penetrado en los hogares y por ende, la violencia.

En una de las urbanizaciones de ese sector alteño hay un pacto de silencio después de que Carlos Llano, un joven con esquizofrenia, fuera linchado hace dos semanas. Los vecinos de San Luis lo golpearon, lo ataron de manos y pies y finalmente lo quemaron cuando aún estaba vivo.

San Luis, San Roque, San Anselmo, Playa Verde, Cooperativa, Porvenir y Buena Vista están situadas al lado derecho de la carretera a Copacabana, a la altura de la extranca, a una hora y media de la ciudad de La Paz.

Playa Verde está al lado de la vía; el jueves, la calle principal de ingreso estaba cerrada por una feria que acogía a poco más de 20 personas. Ése fue el único lugar donde había gente, más adentro parecía un pueblo abandonado.

Las calles de tierra y piedras hacen que cualquier vehículo que recorra el lugar salte de rato en rato. En el camino se topa abruptamente con la primera advertencia: "Jóvenes desconocidos serán quemados con gasolina”, pintada en un muro de ladrillos; a un lado del mensaje hay una calavera de la muerte.

Mientras el coche recorre las delgadas calles improvisadas hay algunos niños y mujeres que lo miran con desconfianza.

En la urbanización hay contadas construcciones de hasta dos pisos rodeadas de decenas de terrenos amurallados o casas a medio construir.

"Aquí hace falta policías, no tenemos ni un módulo, si pasa algo nos comunicamos con petardos, los hacemos reventar y si es desconocido de la zona para nosotros ya es un delincuente”, afirma Santos Flores, vecino del lugar. Él no tiene miedo al decir que si es necesario se puede "ejecutar” al sospechoso.

La siguiente urbanización es San Anselmo, también con casas a medio construir y decenas de lotes que se pierden en las lomas de tierra hacia el horizonte.

El carro da la vuelta en una pendiente y estaciona por unos minutos. De inmediato sale la dueña de una pequeña tienda, se altera con la presencia del vehículo. "Estamos con miedo en esta zona porque roban seguido en las casas y a los animales también, no hay policías”, dice la mujer.

Mientras conversa se va alejando a paso lento hacia su negocio. No da la cara, agacha su cabeza cuando se le habla de linchamientos. "Es lo único que nos queda pues, aquí pueden matar ellos y a nosotros nos da miedo”, afirma mientras su voz se pierde junto con sus pasos.

En 2013 la Organización de Naciones Unidas (ONU) informó que Bolivia es el segundo país con mayor cantidad de linchamientos en la región, después de Guatemala. "Es preocupante que en Bolivia se sigan registrando linchamientos y que falten acciones efectivas de las autoridades del Estado”.

En las normas bolivianas el linchamiento ingresa dentro del delito de asesinato, pero desde 2010 aproximadamente la justicia dictó pocas sentencias; en la mayoría de los casos es casi imposible llegar a los autores porque la gente implicada guarda absoluto silencio.

Pero al parecer los vecinos del distrito 7 piensan que hacer uso de la violencia es una posibilidad a la cual tienen derecho. "Nosotros no contamos con policías que nos pueden salvar, los únicos que se ven son los que aparecen cuando hay algún accidente, después no aparecen. Por eso nosotros hacemos la justicia”, asegura una vecina de San Luis.

La mujer calla cuando se le pregunta sobre la muerte de Carlos Llano. "No sé de eso”.
Entre los colores opacos que caracterizan a la tierra, a los ladrillos y al cemento resalta en estas urbanizaciones el colorido de las puertas. Sus dueños las pintan de verde chillón, anaranjado fosforescente, fuccia y azul. En algunos casos usan colores enteros y en otros en degradé.

San Roque es una de las zonas más grandes del sector; cerca de la carretera los negocios abundan, pero al ingresar hacia las antenas el panorama cambia y otra vez aparece una zona fantasma.

Allí los muñecos de trapo colgados en postes se encuentran en casi cada cuadra. La advertencia es la misma: cualquier persona "sospechosa” en el lugar será quemada.

Una tienda de golosinas, una carnicería y un bazar tienen las puertas de vidrio cerradas todo el día; para atender a los clientes abren una pequeña ventana con una manija que está incrustada en la puerta.

"Hay que cuidarse porque los vecinos dicen que hay ladrones aquí. Yo atiendo hasta las ocho de la noche, después cierro todo”, comenta una vendedora.

A una cuadra de ese negocio hay un muñeco blanco colgado con manchas de pintura roja. "Es lo que va a pasar si entran a esta zona”, advierte la mujer.

En Cooperativa, Porvenir y Buena Vista actúan de otra forma. Ante la presencia de vehículos o personas sospechosas los vecinos se comunican con silbatos. Cada sábado tienen reuniones de las juntas vecinales para tomar medidas ante cualquier delito. "Nosotros llegamos a la conclusión de que hay que matar a ladrones, a quienes nos roben o nos quieran matar”, dice con la voz ronca un albañil que está en pleno trabajo en Cooperativa.

No quiere dar su nombre, su rostro se esconde en un pasamontañas y sus manos trabajan llenas de cal.
Los mensajes en las paredes se expanden hacia todas las zonas. "Ladrones serán quemados”, "Ladrón pillado será quemado”, "Taxis sospechosos serán quemados con gasolina”, entre otras advertencias se leen al llegar a Porvenir y Buena Vista.

Según la Defensoría del Pueblo, en 2014 se produjeron 35 linchamientos en Bolivia. En 2005 hubo 15 ajusticiamientos, en 2010, 30 y en 2013, 79.

¿Linchamiento? "No, nosotros no hacemos eso, hacemos justicia por nuestros hijos”, enfatiza un vecino, convencido de que matar a un sospechoso de la zona lo convierte en héroe y así garantiza seguridad. El día o la noche no importa para actuar.


Temen por la seguridad de los niños en Buena Vista

La escuela de la urbanización Buena Vista, en El Alto, está en medio de casas a medio construir, se distingue de las demás construcciones por unas banderillas en el techo. Allí estudian niños desde el nivel inicial hasta cuarto de primaria.

La escuela tiene sólo tres aulas que construyeron los padres de familia para que 40 niños puedan tener un ambiente donde estudiar, ante el desinterés de las autoridades. Ellos, entusiastas, se entretienen dibujando, deletreando y escribiendo sílabas con la P.

Pero quienes se preocupan son las maestras, una de ellas es directora: Rosa Choquehuanca. "Hay papás que llegan a recoger a sus hijos, pero hay otros que trabajan y los niños deben regresar solos a sus hogares. Nos da miedo que algo les pase en el camino”, dice aunque agradece que desde que ella se hizo cargo, en agosto de 2015, no conoció ningún asalto o robo a los niños.

"Cada día les pregunto cómo llegaron a sus casas; nos da miedo que algo les pase porque nos informamos de robos que hay en la zona”, comenta la directora.

Choquehuanca vive en Buena Vista y es testigo de las necesidades de la urbanización. Al margen de la ausencia de módulos policiales, tampoco cuentan con centros de salud. Si se enferman deben ir hasta San Roque o de lo contrario hasta la Ceja.

"Hemos mandado cartas a la Alcaldía, a la Policía, pero no nos hacen caso. Aquí hay mucho miedo a delincuentes y es urgente que nos ayuden. Que esto llegue al presidente Evo”, pide.

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