Monday, September 2, 2013

“En la cárcel se paga para todo, hasta por respirar”

Un corte de cabello al ras y una paliza de "bienvenida" a cargo de los delegados internos son las dos primeras experiencias que vive "en carne propia" la persona que llega a uno de los centros penitenciarios de Cochabamba.

Ramiro (nombre convencional) se encuentra recluido en uno de los penales del Casco Viejo, acusado por el delito de narcotráfico y accedió a relatar su caso.

"Nunca había estado tan nervioso y deprimido. Mucho más después de que el juez decidiera la detención preventiva en mi contra", confiesa este hombre de 25 años.

Esposado y con dos policías como escoltas, Ramiro llegó hace tres meses al penal, cerca de las 18:00 horas. Una vez registrado, transpuso el umbral del ingreso principal de San Sebastián Varones y fue conducido a la planta alta del recinto penal por un interno que está a cargo de velar por la disciplina en el penal.

"Me cortaron el pelo y después me dieron seis palazos entre varios de los internos, como bienvenida y para que me porte bien", complementa Mario, otro de los presidiarios que se encuentra desde hace cuatro años en este recinto carcelario.

El castigo que reciben depende del delito por el que fueron acusados.

Una vez que el interno nuevo ha recibido su escarmiento es librado a su suerte. "Acomodate donde puedas", escuchó Mario, mientras se disponía a salir de ese ambiente en el que había tenido su primer contacto con la población penitenciaria.
DERECHO DE PISO

El interno nuevo debe cancelar entre 400 a 500 bolivianos por el denominado derecho de piso. A este pago se suman otras exigencias: un quintal de arroz, azúcar, dos baldes de pintura (de primera) de 18 litros y productos de limpieza.

¿Pero qué sucede si un preso no paga el derecho de piso?

"Cada dos semanas hay recordatorios. Por orden del delegado nos meten a la oficina para apalearnos a los que todavía no hemos pagado el derecho de piso", afirma Esteban, otro presidiario que fue recluido hace medio año.

Según este interno, los "disciplinas", les propinan 3 a 4 batazos, sin derecho a reclamos. "No respetan nada, ni la edad de las personas mayores", afirma.

"En la cárcel se paga por todo. Cuando uno ingresa, para vivir tranquilo, por no ser castigado, para salir, e incluso hasta para respirar", afirma Esteban.

Los cobros irregulares no sólo afectan a los internos de los penales, sino también a las personas que visitan a sus familiares y amigos.

Las visitas deben cancelar dos bolivianos, como derecho de ingreso, si es que tienen la tarjeta verde, y tres si es que la persona ha entrado sin carnet de identidad. Además, los internos encargados de "controlar" la puerta advierten a las visitas que los hombres deben salir como máximo hasta las cinco de la tarde, caso contrario deberán cancelar cinco bolivianos.

Y cuando la visita decide prolongar su estadía más allá de la hora determinada, efectivamente cancela este monto a uno de los internos que se encuentra en la puerta. Recibe a cambio su carnet de identidad.
VISITAS PERMANENTES

La estadía por las noches en la cárcel tiene su precio. Mario, quien ha vivido en el penal durante los últimos cuatro años, asegura que las mujeres que se quedan durante las noches con sus esposos deben pagar hasta 100 bolivianos cada mes.

Según este mismo interno, en el penal de San Sebastián pernoctan al menos 30 mujeres, que se quedan en forma permanente.

El negocio inmobiliario también tiene su mercado. Las personas que salen en libertad venden sus celdas. "Transfiero celda, amplia, con televisor DVD y cable", es uno de los al menos cinco anuncios pegados en una de las paredes del penal. Un teléfono de referencia completa el aviso.

Se pueden encontrar celdas desde 1.500 dólares, las más pequeñas, y 7.000 dólares, las más amplias.
¿EXTORSIÓN?

Una resolución de 20 días. Ése es uno de los castigos más temidos por los internos.

"Si los policías encuentran a alguien borracho, o cuando ha cometido una falta, le amenazan con esta sanción. Y nadie quiere eso", denuncia Mario.

"Esta sanción agrega a tu condena seis meses de presidio", explica este interno.

Para no verse perjudicado, el recluso que ha cometido la falta decide negociar. El trato se cierra con el pago de 500 bolivianos o "según" la gravedad de la falta.

Un presidiario que fue encontrado con 300 gramos de marihuana tuvo que pagar 20 mil bolivianos y un televisor plasma, según el relato de dos internos.
ALCOHOL Y DROGA

El alcohol que se comercializa al interior de los penales es introducido con ayuda de los mismos policías, en la madrugada, según los testimonios de al menos seis internos. Consultado sobre esta denuncia, el director regional de Régimen Penitenciario, Dennis Mejía, asegura que las visitas se dan modos para introducir alcohol y droga en las cárceles.

Agrega que pudo evidenciar que las visitas meten alcohol y droga en muñecas, en pollo y en pañales de bebé.

"Por lo tanto, no se puede echar la culpa a los policías", argumenta.

No obstante, señala que en caso de descubrirse a un policía introduciendo alcohol "será sujeto a las sanciones".

"Todo privado de libertad o persona puede acusar, pero eso tiene que comprobarse", apunta.

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