Sunday, September 9, 2012

Indultados cuentan cómo es vivir detenido en Chile

El 99% de los 428 presos bolivianos que fueron indultados por una disposición presidencial chilena estuvo involucrado en el tráfico de sustancias controladas. Al salir de los penales extranjeros muchos contaron a EL DEBER cómo fueron usados por los narcos, así como los temores del retorno al país.

“Cuando recuperé mi libertad lo primero que hice fue buscar un teléfono para llamar a la mujer que me dio la droga. Ella dijo que sabía de mi salida de la cárcel y que me esperaba para que ‘nuestro asunto’ sea arreglado”, contó Carlos, con la cabeza agachada e inmediatamente, sin levantar la mirada, disparó: “La verdad es que fue una mala idea meterme en estas cosas”.

Carlos, un cruceño de tez morena, robusto y de voz ronca, antes de ser ‘carne de cañón’ de los narcotraficantes se ganaba la vida como albañil. Se ‘envolvió’ con una proveedora de cocaína porque era conocida de un amigo de su barrio, que ya había hecho algunos ‘trabajos’ para ella.
A decir del indultado, le costó mucho animarse e intentar pasar la droga hacia Chile, país que es un punto obligado de tránsito para los traficantes que pretenden llegar a los mercados europeos.

Según Carlos, antes de viajar a Chile con más de dos kilos de cocaína escondidos en una maleta, acompañó al amigo que lo contactó con la traficante. Recuerda que en aquella oportunidad en el cruce fronterizo de Colchane, donde semanas después lo detendrían, no hubo problemas.

“Mi amigo pasó con un kilo de cocaína escondida en una guitarra”, recuerda el hombre, que al retornar a Santa Cruz decidió hacer el trabajo de ‘mula’ para ganar más de $us 3.000, según lo que la proveedora prometió pagarle.

El dinero fácil y la necesidad de obtener capital rápido para comprar herramientas e independizarse lo sedujeron.

“Llegué a Colchane y luego de que la PDI revisó el bus, bajaron mi maleta y me llamaron para que explique su contenido. Al verme descubierto, empecé a imaginar mi vida tras las rejas”, relató Carlos, que fue sentenciado a cinco años y un día de prisión por la justicia chilena.
Algo distinto le ocurrió a Margoth, una beniana que vivía en la capital cruceña. Ella explicó que nunca conoció al dueño de la droga y que su contacto fue el conocido de una amiga, que vivía en su barrio.

“Me animé a llevar droga porque estaban viajando conmigo tres familiares del dueño de la cocaína y una prima, a la que convencí para que me acompañara”, recuerda la mujer, que se benefició con el indulto y que al llegar a Oruro, el miércoles 29 de agosto, contaba las horas para volver a ver a su hijo, que dejó cuando aún no había cumplido un año. Estuvo presa cuatro años en el Centro de Orientación Femenina de Iquique.
De acuerdo con la versión de Margoth, a ella le entregaron dos televisores con droga escondida, en una plaza en la zona de Los Lotes. Allí el emisario del narco le dio dinero para sus pasajes y para otros gastos del viaje. La promesa de pago era $us 2.500, monto que recibiría solo cuando el dueño chileno tuviera el alcaloide.
Al final esto nunca sucedió, ya que en la frontera las autoridades detectaron droga y extrañamente solo la detuvieron a ella y a su prima, pero las tres familiares del proveedor pasaron sin problema.

“Me tendieron una trampa”, dice, aunque ya no le importa porque asegura que nunca más volvería a hacer una cosa similar. Sobre el dueño de la ‘mercancía’ que perdió, no sabe nada y espera no volver a encontrarse con nadie cercano a él porque no sabe cómo reaccionará.
A diferencia de Margoth y de Carlos, que cayeron cuando por primera vez se convirtieron en ‘mulas’ del narcotráfico, un hombre de pequeña estatura, conocido como ‘Chino’, tenía una historia diferente para contar. “Yo hablo, pero no tiene que revelar mi nombre”, adelantó el indultado, que estuvo preso en una cárcel de Arica, donde compartió su celda con traficantes brasileños y peruanos de ‘peso’.

“Mi padre trabajaba con la droga y luego de que él murió unos familiares me convencieron de que sea un tragón”, relató Chino, apodo que se ganó debido a sus ojos rasgados.
“Ensayé tragando zanahorias y luego me metí al cuerpo cápsulas con clorhidrato de cocaína”, indica Chino, que al recordar cómo lo detuvieron cuando estaba a punto de entregar la droga en Santiago no le cabe mayor explicación de que un soplón lo delató.
Si bien quiere olvidar el pasado, dice que si se encuentra con su delator puede ocurrir lo peor. Chino piensa en negociar con el propietario de la droga, que no pudo llegar a destino, para no tener deudas pendientes. No obstante, por la vida que vivió, dentro y fuera de las rejas, este joven no le aconseja a nadie involucrarse en el narcotráfico, del que afirma es muy difícil retirarse.

Por su parte, las autoridades chilenas encargadas del control del tráfico ilícito de drogas aseguran que pasar sus controles es complicado, debido a la tecnología con la que prácticamente ‘desnudan’ todo lo que cruza hacia su país desde Bolivia.
Sin embargo, la realidad que cuenta la gente que vive en ‘la raya’, como se conoce el paso fronterizo chileno, es distinta. Según los cambistas, a lo largo del desierto hay cientos de cruces ilegales por donde pasan desde gente indocumentada hasta camiones cargados con cocaína.

“Que la gente no se haga engañar, el que por primera vez va a pasar con droga siempre cae, son solo usados como ‘carne de cañón’ por los traficantes”, comenta Anabel Atora, una de las personas que se gana la vida cambiando pesos chilenos, bolivianos y dólares estadounidenses en la frontera con Chile.
Anabel ha sido testigo de muchas detenciones y de los movimientos irregulares de los traficantes en ese punto de frontera, pero en particular recuerda la vez en que un chofer de un bus de transporte internacional, al darse cuenta que encontrarían la droga que estaba escondida en el chasis del motorizado, corrió despavorido y cruzó la valla que divide nuestro país con Chile, mientras que los agentes antinarcóticos solo atinaron a mirarlo sin poder hacer nada. También era su primera vez.

Otros detalles

- Familia. Algunos indultados al llegar al país fueron recibidos por sus seres queridos, pero otros no. Hubo mujeres que se quedaron sin esposos, pues sus maridos encontraron ‘cariño’ en tierras chilenas. También hubo gente que no sabía adónde ir ni a quién abrazar al pisar suelo boliviano, porque el tiempo de su encierro hizo que sus nexos familiares se corten.

- Reincidencia. Pese a que en los buses de transporte internacional y en las terminales terrestres y áreas se pide a la gente no dejarse usar por los narcos, el promedio de las detenciones semanales en frontera oscila entre tres y cinco personas.

- Fe. Una gran parte de los bolivianos detenidos en Chile se refugió en centros cristianos para tratar de compensar el dolor que implicaba estar en una prisión del extranjero, lejos de la familia; hallaron paz en Dios.

Amistades, abusos y trabajo tras las rejas
“No es como dicen los chilenos, aquí nos humillan por ser bolivianos”, afirma una mujer delgada y de cabellos oscuros, que no quiso dar su nombre, tal vez por miedo a ser identificada por sus custodios.
La reclusa, una de las que consiguió el indulto, junto al centenar de mujeres que dejaron las murallas del Centro de Rehabilitación Femenina de Iquique, hace más de una semana, afirmó que ser de otra nacionalidad es un punto en contra dentro de los penales, que a decir del ministro de Justicia de Chile, Teodoro Ribera, son espacios de encierro que deben ser vistos como un ejemplo para otros países.
El cónsul boliviano en Iquique, Raúl Ruiz, señala que hay algunos problemas de violencia verbal con nuestros compatriotas, pero reconoce que el trato a los reos en el sistema carcelario chileno es bueno.
Un preso para Chile significa un gasto de entre 300.000 y 500.000 pesos chilenos al mes, vale decir entre $us 620 y más de $us 1.000.
Pese a estas supuestas ‘comodidades’, los abusos de los custodios se dan y, como en otros penales del mundo, la corrupción termina haciendo que en algunos centros se permita el ingreso de drogas, de bebidas y los ‘poderosos’ gozan de comidas que el resto no tiene. Al menos así lo afirmaron los indultados que dejaron Chile y que todavía recuerdan con claridad lo duro que es estar tras las rejas.
Pero si bien las manillas del reloj en el encierro parecen no avanzar, hubo personas como Gerardo Cabrera, Juan Carlos Mamani o Blanca Cavero que se dieron modos para aprovechar el encierro y trabajar dentro de los penales y así juntar dinero para su salida.
Cabrera convertía en arte los desechos de madera que conseguía dentro de la cárcel y Mamani ayudaba en la panadería del reclusorio donde estaba. Ambos ocupaban su tiempo para no sentir los largos días de encierro, lo mismo que Cavero, una mujer de edad que ayudaba en la cocina.
Pero además del trabajo y de los abusos, en las cárceles chilenas también se escribieron historias de amistad entre reclusa y custodio. Una de estas historias involucró a Isabel, una gendarme chilena, que al saber que Ana María Gutiérrez, una de las indultadas bolivianas, saldría del penal al día siguiente, la abrazó fuertemente antes de cerrar su celda en un pasillo del reclusorio y le dije con voz enérgica: “No te quiero volver a ver por aquí nunca más, rehacé tu vida y regresá con tu familia”.
Así se despidieron estas mujeres, una uniformada y otra con el rótulo de ‘mula’, pero que pese a sus diferencias lograron hallar puntos de encuentro y llevarse bien.
Algo diferente a esto se observó a la salida de los buses en el cruce fronterizo, ya que muchas de las exreclusas al ver a una agente antinarcóticos chilena le gritaban irreverentemente que nunca más querían topársela en su camino. La identificaban como a su captora y al menos unas cinco mujeres le dejaron en claro que conocerla fue algo poco agradable, ya que su intervención las mandó a prisión donde nada es fácil.

La pena pendiente en Chile los perjudicará
Alaín Núñez / Vocal de justicia
La decisión de Chile de aplicar un indulto a los presos extranjeros en su país fue una determinación soberana de Estado, que se realizó basada en sus políticas carcelarias, criminales y sociales.
Se debe entender que la figura del indulto, que en realidad es un perdón, se aplica fuera de la esfera judicial, ya que los que asumen la decisión son las autoridades que se arrogan el poder ejecutivo de un Estado.
En el caso chileno, el indulto fue una situación condicionada, porque sus gestores pusieron como condición a los beneficiados la prohibición de ingresar a su país en los próximos 10 años, bajo el riesgo de que si rompen con esta determinación, que ellos aceptaron de manera voluntaria, la condena que les suspendieron deberá ser cumplida.
Vale decir, que el indulto de Chile solamente se hará efectivo cuando pasen los 10 años de condición a la que se sometió la gente. Por lo tanto la sentencia que recibieron los indultados seguirá vigente durante el próximo decenio.
Al no estar perdonados del todo por Chile, ya que se acogieron a una variante del indulto poco habitual, en nuestro país esta figura puede convertirse en un antecedente negativo en su contra.
Si ellos cometen un delito o se ven involucrados en hechos criminosos en el país, la sentencia pendiente en la justicia chilena puede ser utilizada en su contra en los estrados judiciales y los imposibilitaría de acogerse a los beneficios que cualquier detenido recibe en nuestro sistema carcelario.

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